martes, abril 24, 2007

La literaria liviandad de Lanata

Desde hace unos días está disponible la nueva novela de Jorge Lanata, Muertos de amor. Sin motivo alguno (bueno, digo esto como si hiciera falta tener uno para comprar un libro) adquirí un ejemplar de forma inmediata y me puse a leerlo. Así volví a suspender la lectura que me tenía ocupado (Maldición eterna a quien lea estas páginas, de Puig, libro condenado a mi eterno abandono). No había leído nada sobre el nuevo libro de Lanata, ni siquiera sabía de qué trataba. Recuerdo haber visto al autor en la tapa de alguno de los suplementos de Perfil pero no había leído la nota. Recién me enteré del tema del libro al mirar la contratapa: un acercamiento a la violencia revolucionaria argentina de la década del 60 centrada en la figura del periodista Jorge Ricardo Masetti y el Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP), guerrilla guevarista que comandó en su intento de instalarse en la selva de Orán, provincia de Salta.
La novela tiene una estructura fragmentada y está poblada de varias voces y tonos. Incluye cartas y documentos reales y los mezcla con la propia prosa del autor, que vendría a ser su aporte al tema: sería ese plus que debería convertir el simple trabajo de buscar y editar información en una empresa literaria, por llamarlo de alguna forma. O sea: el paso del periodismo a la literatura. Pero tal empresa fracasa al hundirse rápidamente en su intrascendencia, en su liviandad, en su afán decorativo. En definitiva lo que busca Lanata es un tono literario, y esa impostura no hace más que alejarlo de la literatura.
Nadie puede negar lo necesario que es instalar una discusión responsable sobre la violencia política argentina, alejada tanto de la demonización como del romanticismo. Algo de eso puede rastrearse en Muertos de amor. Tal vez la intención de Lanata era dirigir la atención hacia lo que puede tomarse como la semilla de los movimientos revolucionarios del país y tratar de encontrar ahí mismo el germen de muchos de los peores aspectos de la militancia armada (el autoritarismo, el mesianismo trasnochado, la adhesión a la Revolución más por motivos estéticos que por compromiso, el desprecio por la vida, el culto a la muerte, la incapacidad para comunicarse y comprender ciertos estratos sociales a los cuales querían llegar). Si esto es efectivamente así, si la idea era ayudar a instalar esa discusión, habrá que reconocer que en parte está lograda. Al poner en relieve unos acontecimientos y protagonistas que si bien son conocidos no lo son de manera tan masiva, el autor estaría instalando (o intentando instalar) un punto de partida o, por qué no, una nueva óptica para iniciar un debate pendiente. Y claro que en este sentido no hay nada reprochable, más bien lo contrario. Lo que es reprochable es el camino que eligió. Mejor dicho: no el camino, sino los resultados que obtuvo al tomar ese camino, que es el de la literatura (el intento de, para ser precisos, porque, como ya se dijo, más que a la literatura, a lo que se acerca Lanata es a un tono literario). Tan inconsistente es la novela, tan superficial son los pasajes en los que el autor intenta evocar los pensamientos y sensaciones de los protagonistas y tan atada está su prosa al lenguaje ilustrado/poético/progresista, que el olor a lugar común se respira en cada oración. Por otro lado, la estructura fragmentada y la variedad de estilos discursivos se siente como demasiado arbitraria y transmite la sensación de que no hubo ninguna elaboración. Queda la idea de que la novela fue armada un poco a los ponchazos, intercalando los distintos fragmentos sin una mirada más abarcativa que intente aportar un orden o un punto de vista sobre el cual girar (que tranquilamente puede incluir el “desorden” narrativo, un ejemplo logrado y más o menos cercano en tema y estilo sería No velas a tus muertos, de Martín Caparrós).
Así, al fracasar en su aspecto literario (único aspecto en el que debería ser juzgada una novela), Muertos de amor pierde toda posibilidad de aportar algo a esa discusión que sigue en suspenso.
Más allá de todo esto, hay que decir que se trata de un libro corto, livianito, que se lee de un tirón y que seguramente será un éxito de ventas: un libro ideal para los tiempos que corren.


*Consejo: no leer antes, ni siquiera relojear la nota final del libro. Allí, en una carilla y media, se cuenta de manera más clara, concisa y sin tanta parafernalia inútil las, no sé, 150 páginas de la novela. Nada más. Ahora sí, me dispongo, una vez más, a retomar el libro de Puig.

lunes, abril 23, 2007

BAFICI (6)

Algunas que me perdí:

Woman on the beach (Hong Sang-soo): la gripe hizo que renunciara a lo que seguro iba a ser una de mis favoritas. Digo seguro porque soy un profundo admirador de este cineasta. La virgen desnudada por sus pretendientes, The day a pig fell into the well, The turning gate, A tale of cinema; todas películas que me parecen sencillamente geniales. Y bellísimas. Hong es uno de los grandes cineastas contemporáneos, y uno de los mejores descubrimientos que hay en el historial de BAFICI. Por suerte ya vi dónde se consigue.

I don´t want sleep alone (Tsai Ming-lian): bueno, éste no necesita presentación. Si hablamos de grandes cineastas contemporáneos y que vimos gracias a las distintas ediciones del BAFICI, no puede quedar afuera. Parece que la película es tan genial como el resto de su obra. Supongo que tampoco será muy difícil de conseguir. Esta me la perdí, creo, porque me quedé dormido y salí tarde de casa.

Hana (Hirokazu Kore-eda): otro viejo conocido del BAFICI, festival en el que ganó con After life en la primera edición. No sé bien el motivo de haberla dejado pasar, pero bueno, no todo se puede. Si estrenaron Nobody Knows, podrían estrenar esta también, ¿no?

Syndromes and a century
(Apichtpong Weerasethakul): uno de los cineastas de moda. Blisfurry yours me parece una obra maestra, y Tropical Malady me gusta mucho. Sin embargo no lamento habermela perdido.

Instrument (Jem Cohen): esta me duele. Un documental sobre Fugazi. Y encima me han dicho que es muy bueno. Puta madre. ¿Alguien la tiene?

jueves, abril 19, 2007

BAFICI (5)

VHS Kahloucha (Nejib Belkadhi): Otra que vi gracias a Juan. Y la verdad que hice muy bien en seguirlo hasta la Alianza Francesa. Esta película es un documental sobre un tipo llamado Kahloucha, fanático de Eastwood y Bruce Lee y fanático del cine de género en general. Y ese fanatismo lo lleva a hacer sus propias películas con amigos del barrio en formato VHS, claro. El es guionista, director, actor, director de arte, productor... todo, menos cámara y editor, roles que cumplen otros amigos. VHS lo sigue durante el “rodaje” de Tarzán de Arabia. Y el título lo dice todo. A ver, para resumir la pasión y la locura de Kahloucha basta con describir un par de escenas. En un momento Kahloucha persigue a un gordo que corre a la velocidad de una tortuga. Al alcanzarlo, lo tira al piso y le dispara con un revólver que tiene sonido de chasquibum. Luego de esa acción vendrían unos planos del gordo sangrando. Bueno, en el documental vemos lo siguiente: luego de efectuar los disparos, Kahloucha agarra un vidrio y se hace un tremendo tajo en su brazo para ponerle su propia sangre al gordo. A ese nivel se maneja, con esa pasión siempre llevada al extremo. Otro ejemplo de esto es cuando incendia (y esto es literal) la casa de su hermana para rodar el final de su película.
Hay varios momentos más de antología y hay que aclarar que Kahloucha se toma muy en serio lo que hace, con un convencimiento que está a la par del Ed Wood burtoniano. Pero VHS, tiene algo más. Mientras seguimos a Kahloucha , también vemos la situación social de ciertos lugares de Túnez, las carencias de las personas y también las fuertes imposiciones sociales como la discriminación que sufren las mujeres, quienes, por ejemplo, no pueden asistir al estreno de Tarzán de Arabia, que se realiza en un bar del barrio y el cual es exclusivo para hombres.
Una película que desborda felicidad por el cine pero que no se olvida de poner la mirada en la realidad.


Honor de cavallería
(Albert Serra): Película que vi y no vi. A ver: como todas sus proyecciones se me pasaron de largo (incluso una que se agruegó), tuve que verla en la videoteca. Por eso digo que la vi y que no la vi. Honor de cavalleria es un film que pide pantalla de cine, grande, para poder transmitir todo lo que tiene. Una película onírica, en la que Quijote y Sancho son lo que todos sabemos que son pero metidos en una atmósfera extraña, mezcla de Gerry y Bresson. Caminan, nadan. No hay acción, hay contemplación. Una película que nos pide todo y nos da poco en primera instancia para finalmente transformarse en una experiencia única, trascendente.
Nunca jamás se va a estrenar aquí... pero soñemos con milagros: ojalá la podamos ver en pantalla grande.

How is your fish today
(Guo Xiaolu): Ficción/realidad. Peces. Hielo, frío. Un escritor sueña con trabajar para el cine. Escribe una historia que vamos viendo en forma paralela a la suya. Supongo que era una idea interesante. Pero me aburrí tanto que vi más de la mitad de la película con la cabeza en otro lado. Por eso no puedo decir mucho más. Y ya estaba con gripe para colmo.

lunes, abril 16, 2007

BAFICI (4)

Las mantenidas sin sueños (Vera Fogwill): Miseria, drogas, personajes patéticos y un guión demasiado presente que, justamente, resalta ese patetismo en cada línea de diálogo. Todos y cada uno de los personajes es orgullosamente idiota (salvo la niña, pero no cuenta ya que no se trata de un personaje cinematográfico sino de una construcción literaria y forzada por parte de los guionistas que nunca se vuelve verosímil). Ese regodeo en la falta de inteligencia sumados al desprecio por la belleza y la demagogia (los chistes de “humor negro” son ideales para ganarse al público cómplice) hacen de Las mantenidas sin sueños una experiencia tortuosa.

Canadá (Raúl Perrone): Perrone hiperminimalista. Muchos han dicho que se trata de un Perrone asiático, cercano a Apichatpong. Y algo de eso hay. Los primeros minutos me parecieron muy disfrutables. Las caminatas por el bosque, el paseo en bicicleta, pero poco a poco me fue ganando la incomodidad y finalmente no supe bien qué pensar. Creo que lo que más me gustó fue la presencia del actor oriental, que denotaba su carácter amateur en cada gesto, en cada acción, en cada palabra. Extrañamente se volvió lo más fascinante de la película. Un personaje único, imposible de describir, un gran acierto de Perrone haberlo elegido.

La línea recta (José María de Orbe): Más minimalismo, esta vez español pero con claros aires de Nuevo Cine Argentino. Para ser facilista voy a decir que es una especie de Rapado pero con un personaje femenino y casi sin humor. La película sigue a una joven en su trabajo, en las cosas que hace (o no hace) en su casa, en sus salidas, en sus charlas con el jefe o con un compañero de trabajo fanatizado con la tecnología. Nunca podremos adivinar qué le pasa, qué siente o qué piensa. La chica es la indolencia pura. Y es impenetrable. Ni siquiera podemos decir que se la ve amargada o disconforme. Nada de eso. Y entonces sin poder identificarnos con la protagonista vemos todo con cierta distancia y contemplamos lo absurdo de la vida cotidiana, lo feo que es vivir la mecánica moderna, lo angustiante que es levantarse todos los días en un mundo gris, lo triste que es conformarse con bajar música gratis o tener un celular última generación. Y lo bueno es que la película transcurre sin cansar y sin agotarse. Más que interesante.

Grande para la ciudad (Andrés Estrada/Juan Schnitman): De las más placenteras, tanto como esas bonitas canciones del grupo uruguayo Astroboy, protagonista de este documental. Los directores siguen a los integrantes del grupo en la grabación de su último disco (Big for the city) y descubren muchas lindas cosas: canciones hechas y canciones que se van haciendo, el tiempo compartido con amigos, la felicidad de estar dedicado exclusivamente a eso que nos apasiona, charlas sin importancia, un poco de metegol (fulbito, como dicen los uruguayos). Uno de los momentos más divertidos del festival es aquel en el que el guitarrista discute con el cantante sobre cómo suena la batería en un tema y de golpe, de la nada, en off, otro de los integrantes (creo que el bajista) dice algo así como que de ser Superman, en lugar de periodista hubiera elegido ser jugador de fútbol. Eso desencadena en una charla que hace olvidar la discusión y que termina en cualquier lado. El punto más alto llega cuando el guitarrista (que era el que más “enojado” parecía estar en la discusión) replica: “pero mirá si te descubren en el medio del partido y el técnico ya hizo los tres cambios”. No sé qué habrá querido decir, pero me causó muchísima gracia.

BAFICI (3) -Primeras Impresiones sobre Still Life-


Muy afectado físicamente por el cansancio y sobre todo por una gripe que estaba en pleno apogeo, el sábado me levanté temprano para asistir a la función de prensa de la que a priori sería una de las películas más interesantes del festival: Still Life, de Jia Zangh-Ke, sin duda uno de los directores más importantes de los últimos años. Y la verdad que no defraudó para nada. Still Life es, por un lado, áspera, difícil (es de esos films que nos piden mucho), opaca; y por otro lado es sensible, bella y fugazmente luminosa. El cine de Jia suele ser así porque sus historias sobre los cambios sociales, económico y culturales en China (para ser más preciso sobre los golpes que esos cambios implican para sus habitantes) son de una tristeza infinita pero también de un placer estético por momentos deslumbrante. Claro ejemplo es el comienzo de la película, una combinación de sutiles paneos y travellings que descubren rostros, cuerpos y objetos para poco a poco develar que se trata de un barco cargado de gente que parece escapar de la miseria en dirección a otra aun mayor. Finalmente la cámara se detiene en quien será uno de los protagonistas, Sanming que mira en sentido contrario al resto (también en sentido contrario al movimiento del barco). Todo se condensa en una sola imagen: un rostro y un cuerpo cansados, el mismo paisaje de fondo que luego será tan importante en el relato, y ese único gesto, esa única acción que tiene el protagonista como fuente de placer: la de encenderse un cigarrillo. Pocas veces algo tan pequeño como el acto de fumar se ha cargado de tanto peso dramático como en Still Life. Por eso cerca del final cuando Sanming se despida de sus compañeros y les ofrezca a cada uno de ellos un cigarrillo la emoción se volverá incontenible: Sanming ofrece lo único que tiene, el único bien consumible que el sistema parece dejarle (en realidad hay uno más: un celular con sus ringtones, pero ese se verá manchado por una desgracia) mientras su vida, sus lazos familiares, su pasado y su “lugar” son derrumbados.

Sin duda un film como este último de Jia merecen otro tipo de abordaje; estamos hablando de un cineasta de excepción cuyo trabajo formal amerita un estudio profundo y metódico. Material sobra: el trabajo que hace sobre el espacio (tal vez EL rasgo fundamental de su cine), la manipulación del tiempo (sus historias se oponen a los tiempos cotidianos del mundo), la fragmentación en el relato (en Still Life hay dos historias superpuestas y no paralelas), el uso del fuera de campo y del sonido... y mucho más. Los académicos pueden estar felices con la aparición de un cineasta como Jia, aunque su obra excede cualquier tipo de atadura intelectual.
Empecinado en retratar el devenir de China, Jia se convirtió en el gran cronista universal del devenir del mundo. Ningún cineasta es en ese sentido más contemporáneo que Jia. Sin embargo, no hay dudas de que sus películas (todas ellas vistas en diferentes ediciones de este festival) están destinadas a perdurar ya que apuntan al tiempo y no simplemente a nuestra época.

La obra de Jia según mis preferencias:
1) Unknown Pleasures.
2) Wiao-Wu.
3) Still Life.
4) The World.
5) Platform.
6) Dong (*).

* Este film es de alguna manera complementario de Still Life y también fue proyectado en el BAFICI 2007. Como no podía ser de otra manera es tan sofisticado y complejo como el resto de la obra de su director. Otro de los puntos altos de este año. ¿Alguien se animará a estrenar estas películas en condiciones adecuadas?

miércoles, abril 11, 2007

BAFICI (2)

Brand Upon the Brain! (Guy Maddin): Película hermosa, delirante, onírica, divertida, fascinante. Maddin es el cineasta de nuestros sueños y pesadillas. En él conviven Keaton, Burton, Dreyer, Whale y tantos más. Toda nuestra experiencia de espectadores se proyecta en sus películas en un viaje de ida y vuelta. Una catarata de sensaciones. Un historia que suma un delirio tras otro, aterradores y tiernos a la vez. En esta oportunidad protagonizados por un chico que está igualito al Antoine Doinel de Los 400 golpes. Amor y dolor. Comedia, experimentación, melodrama. Guy Maddin desatado. La música y los efectos de sonido “tocados” en vivo agregan buenos condimentos a la experiencia. La narración a cargo de Geraldine Chaplin, no. Pero no afecta en nada. Las imágenes de Brand Upon the brain! son imposibles de arruinar.

Wild tigers I have know (Cam Archer): Otras de las bellas películas de este BAFICI. Su historia no es original: un adolescente marginado de un suburbio americano se enamora de un chico más grande que él. Y no mucho más. El valor agregado viene en la sensibilidad estética que Archer le imprime al film. Por momentos las imágenes son contemplativas a la manera de Van Sant, en otros más recargadas y experimentales, y siempre están acompañadas de lindas canciones. Todo en un clima de ensueño simétrico a la sensibilidad de su protagonista. Una película-canción, fantástica y adolescente en el mejor de los sentidos.
También la vi con proyección HD, hecho que sin duda enriqueció la experiencia.

My one and onlies (Gyula Nemes): Esta película húngara es una estupidez total. Cínica, machista y clipera, entendiendo esto último como algo negativo (aclaro que no siempre es así). Sobre el final hay un plano secuencia interesante, técnicamente hablando al menos, pero nada más. No sé cómo hice para aguantarla hasta el final.

martes, abril 10, 2007

BAFICI (1)

Entre tantas películas (y los shows de Nacho) uno va quedando perdido; y es una grata sensación. Sería bueno seguir así hasta desaparecer completamente.
Algunos films argentinos que estuve viendo y recuerdo ahora:

Sueños de Polvorón (Gabriel Alijo): la gran sorpresa hasta el momento. Le vi gracias a la insistencia del amigo Juan. Este documental nos acerca a Willy Polvorón, cantante de Los Polvorines, personaje único, eterno estudiante de derecho, vendedor de garrapiñadas y mucho más. Capaz de hacer la versión más absurda, desafinada e irresistible de Let it be así como componer tremendas canciones de amor como La bicicleta. Pero Sueños de polvorón es algo más. Y ese algo más es la historia de Mariano Echenique, manager de Willy, incansable buscador y soñador que no se resigna y que sigue creyendo que su artista será escuchado alguna vez. No hay dudas de que Willy vive un poco fuera del mundo; él hace sus canciones, las cantas y si bien también sueña (quiere traducir sus canciones al japonés porque dice que en Japón se admira mucho lo argentino) no parece del todo conciente de las reglas del mundo. En cambio Echenique sí las conoce y sabe cómo funcionan. Y pese a todo sigue. La decisión del director de pegarse a Echenique, de seguirlo, de escucharlo y de estructurar la película a partir de su incansable búsqueda fue la más acertada. Sin duda Echenique es uno de los héroes cinematográficos del BAFICI 2007.
Algo más: Sueños de Polvorón es además la película más divertida y graciosa del festival. Y como tal también guarda mucha melancolía.

UPA (Santiago Giralt, Camila Toker, Tamae Garateguy): Mmmm… qué decir. Todavía no termino de saber bien qué pienso. La película funciona, no hay duda. Es una película lograda. Es divertida (muy), está bien actuada… sin embargo, en un punto más que una crítica, una parodia o lo que sea hacia el Nuevo Cine Argentino es un gran chiste interno, de esos que se festejan en grupos cerrados y que pese a su cáscara “crítica” no es más que puro ombliguismo.
Amo a Camila Toker.

Copacabana (Martín Rejtman): de lo mejor hasta el momento. Rejtman mira la comunidad boliviana con la distancia justa, sin bajada de línea y sin condescendencia. Y consigue una película luminosa, bella, cuyas coreografías iniciales le dan una potencia asombrosa. Implícitamente política además, Copacabana es otra maravilla rejtmaniana. Martín Rejtman es a esta altura el gran director argentino después de Favio.

La León (Santiago Otheguy): Una película mínima desde lo argumental y empantanada en su interior. Igual que sus personajes. Ambientada en una isla del delta, La león es un mundo cerrado y extraño donde las pulsiones trágicas de sus habitantes se adaptan al medio sin modificarlo; muy cuidada de lo formal, con planos que deslumbran por su belleza en blanco y negro, La León sin embargo no se resgina al preciosismo vacío y apuesta a la potencia y la polisemia de las imágenes.

*Tanto La León como Copacaba se exibieron mediante el proyector HD, y si bien lo técnico suele importarme más bien poco hay que destacar lo increíble que se ve. No se parece en nada a lo que veniamos viendo en video. Y es diferente al fílmico, obvio; otra textura, otro contraste. Y es hermoso realmente.