viernes, agosto 08, 2008

Batman, el caballero de la noche (1° parte): Un agente de Caos

Sin el mínimo temor a equivocarnos, decíamos en la introducción a estas notas que Batman, el caballero de la noche era una película teológica. Si sostenemos esto es porque vemos claramente que EL tema, el eje central del film no es otro que el del Mal. Los indicios que nos da Nolan al respecto son claros. Muy claros, incluso demasiado. Pero si tenemos en cuenta que vivimos en tiempos de confusión, entonces tal vez tendríamos que ser comprensivos con el director y darle la derecha. Porque probablemente tanta claridad en la exposición de un tema (de este tema) se deba a la furia inevitable que se siente al querer enfrentar, o al menos decir algo, en contra y en medio de una época tan confusa y confundida.

Lo primero en lo que deberíamos detenernos para acercarnos a la verdadera naturaleza del Guasón –y así descubrir que se trata, sin más, de un demonio- es en sus motivaciones y objetivos. Preguntarnos qué busca, por qué y a través de qué medios. En el desarrollo de ese proceso iremos descartando otras posibles interpretaciones sobre el personaje, aquellas que se encargan de la parte exterior y que pueden llevarnos a cometer el terrible error de negar la verdadera identidad del sujeto en cuestión, que sería, además y sobre todo, negar la película en sí. Una lectura errada (ya sea por falta de formación, por pereza intelectual, por desviación espiritual o simplemente por estupidez) no es otra cosa que una falla en la compresión del hecho estético; es la negación de todo valor simbólico, y esto, llevado a sus últimas consecuencias es la negación del arte. Gran parte de la modernidad fue construida sobre esa negación.

La primera acción que vemos del Guasón, aquella que da comienzo al film, es el robo de un banco. A partir de allí podríamos empezar a creer que se trata de un delincuente. Uno muy violento y ambicioso, payasesco y excéntrico, pero delincuente al fin. Sin embargo, Nolan nos irá mostrando que es algo más que eso. En primero lugar, a través del desarrollo del argumento, iremos viendo cómo en realidad ese robo es sólo una parte del plan con el cual el Guasón comienza a manipular al crimen organizado de Ciudad Gótica. Para finalmente eliminar completamente esa posible interpretación, tenemos que recordar una escena clave de la película: cuando el demoníaco personaje encarnado por Heath Ledger quema una pirámide de millones de dólares y en cuya cima se encuentra el contador chino que maneja los fondos de los diferentes grupos delictivos. En esa escena, a la que ya volveremos por otras cuestiones, le grita a uno de los delincuentes que a ellos sólo les importa el dinero y que eso no significa nada. A este demonio –como a todo demonio con conciencia de su identidad- los valores materiales no puede importarle más que como instrumento, como medio para ir hacia otros objetivos. En ese momento directamente lo grita. Y Nolan lo pone en escena al mostrarnos el incendio de todos esos billetes (y de un contador).

Liberados entonces de pensar que se trata de un ladrón, la segunda lectura errada en la que podríamos caer es en considerar a esta nueva versión del Joker como un demente. Si hay un procedimiento establecido para negar la naturaleza otra de cualquier expresión que excede lo “racionalmente” explicable, es la de reducir esas manifestaciones a trastornos mentales, psicológicos o psiquiátricos, o como se prefiera llamarlos. En cuanto a esto, nunca debemos olvidar que el cine ya ajustó las cuentas a través de esa obra maestra absoluta que es La mujer pantera (The cat people, de Jacques Tourneur). En Batman, el caballero de la noche las interpretaciones de este tipo (materialistas) quedan invalidadas por dos procedimientos que parten de un mismo elemento de la historia. Uno es el que el propio personaje lleva adelante. En dos ocasiones el Guasón cuenta cómo se le produjeron sus cicatrices, y en ambas cuenta historias diferentes que comparten el hecho de ser situaciones que habitualmente son denominadas cómo traumáticas: problemas con un padre violento o una esposa. Al mentir de esta manera, el personaje se burla de esas lecturas psicologistas, juega con ellas y se ríe de la limitada capacidad que parece tener la mayoría de la humanidad hoy día para identificar males de otro orden como los que él encarna. El otro procedimiento es el de Nolan, quien a través de esas dos escenas, más aquella en la que el villano intenta contar una nueva versión a Batman –quien, claro, no le permite siquiera terminar: por algo es el Héroe- nos advierte que además de no escucharlo, no tenemos que caer en esas lecturas, porque son, en definitiva, una de las tantas armas con las que intenta alcanzar sus objetivos.

Finalmente, queda una tercera interpretación, tal vez la mas difundida y que está muy en boga, posiblemente porque se presta demasiada atención al contexto mundano. Esa interpretación es la que indica que el Guasón es un terrorista-anarquista. En primer lugar, hay que señalar un error fundamental en esta apreciación, muy peligroso, y desgraciadamente muy común: el de confundir anarquía con caos. Signo de los tiempos, estas palabras se usan como sinónimos, y es altísimo el riesgo que se corre al hacerlo. Mientras que la anarquía se refiere al orden civil de los hombres, el caos tiene connotaciones cósmicas. Caos es lo anterior a la Creación. Un anarquista no cae necesariamente en la negación de la Creación, ni añora el Caos. Aclarado el punto, pensemos entonces en el personaje que nos ocupa. ¿Es un anarquista? No, porque sus objetivos no se dirigen a ese plano, al civil. Él mismo lo dice: “Soy un agente de caos”. Más allá del chiste, más allá de que este sujeto siempre miente y que hay que tratar de no escucharlo (ya lo decía el Padre Merrin en El Exorcista), esas palabras, esa broma nos da otra pista para que podamos ver lo que a esta altura ya es inevitable creer: que el Guasón de Nolan es el demonio más claramente configurado en mucho tiempo. Casi groseramente configurado. Como todo representante del Mal, lo que quiere, lo que añora, es el Caos, porque aborrece la Creación (¿será por esto que en un momento, otra vez en “broma”, dice que no le gusta su padre?; no creemos que haga falta aclarar que la Creación es lo hecho por el Padre, aunque...). Entonces es hacia el Caos donde el Guasón quiere llevar a Ciudad Gótica. Y así, Batman, nuestro héroe, será el defensor de la Creación.

Tratemos de probar aún más esta naturaleza diabólica de la criatura encarnada por el desgraciado Ledger. Busquemos en la puesta en escena, en sus simetrías, elementos que respalden lo que a esta altura ya nos parece muy claro. Durante la persecución que sucede al promediar el film, vemos un micro incendiado. Esa imagen aparece en el comienzo de la secuencia, cuando todavía hay cierta calma. Al ver el colectivo prendido fuego los choferes se extrañan. Para nosotros, no es más que una primera señal. Es por demás obvio relacionar el fuego con lo infernal. Entonces al ver fuego ya podemos comenzar a pensar en lo demoníaco. Luego vendrá la escena ya citada, aquella en la que el Guasón incendia millones de dólares. La presencia del fuego aquí ya es mucho más notoria. Esa escena concluye luego de que Nolan corte a un plano general y veamos al personaje festejando con un inmenso fuego detrás. Una imagen aterradora. Si con el micro incendiado comenzábamos a pensar en una presencia infernal, aquí ya estamos convencidos: el Guasón no es más (¡no es menos!) que un representante del inframundo. Finalmente, ese infierno se hará totalmente visible cuando haga volar un hospital. La escena anterior sucedía en un depósito escondido. La del hospital en medio de la ciudad y de día. El infierno llega a Ciudad Gótica.

Hay más todavía, y sobre ello seguiremos en la próxima entrega de estas notas. Nos queda todavía referirnos a las intenciones del Guasón. Ya dijimos que busca el Caos. Pero además, su búsqueda es también otra. Porque si hay algo que todo demonio busca es el alma de los hombres.

Continuará...