No extraña que una película como Perseguidos por el pasado (Seraphim Falls) pase inadvertida. Un western clásico, convencido de la tradición que lo precede, es hoy en día una anomalía. Como le pasó hace unos años a la obra maestra de Kevin Costner, Pacto de Justicia (Open Range), esta primera película de David Von Ancken está condenada a la invisibilidad.
Sin embargo, es capaz de seguir poniendo en circulación aquello que el cine supo ser. No es una tarea fácil, incluso la película misma se ve tentada y cae en algún vicio contemporáneo (la escena con, lamento decirlo, Angelica Huston) tratando de alegorizar, volver obvio aquello que ya sabíamos o intuíamos gracias al desarrollo simbólico de la puesta en escena. Por eso hablamos de una muy buena película y no de una gran película.
Dos hombres enfrentados a muerte por el pasado, las huellas de la guerra de Secesión (tomando partido por el Sur), el oeste como ese terreno mítico donde conviven la tradición y las ansias de progreso; la violencia, los hombres que no dudan sino que deciden, que no tienen tiempo para el escamoteo moral; culpas, tentaciones, venganzas y finalmente la superación individual como resolución ética. Y tristeza. Todo eso circula con precisión y de manera simbólica en Perseguidos por el pasado, un verdadero western clásico, capaz de imponerse a esa pequeña tentación que se autoimpone.
Esto no es una crítica o algo por el estilo. Sólo son palabras que intentan destacar uno de esos films que importan, porque (in)justamente ya no le importan a (casi) nadie.
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