jueves, febrero 15, 2007

La Pasión


Locura y demencia son palabras que se han vuelto moneda corriente a la hora de referirse a Mel Gibson y su última película: la descomunal Apocalypto. Y tal vez no sea del todo errado utilizarlas; es posible que al director le quepan esos términos, y por extensión a su obra. Sin embargo, si se hace demasiado hincapié en esa supuesta locura se estaría corriendo el riesgo de minimizar una película enorme, fuera de lo común. Locura y demencia serían efumismos de grandeza, de búsqueda trágica, de pasión desbordada. Y cuando aparecen filmes puros como Apocalypto es mejor llamar a las cosas por su nombre.

Apocalypto está compuesta por dos líneas rectas, firmes y espectaculares, una -la primera- es más bien descriptiva y pasiva, mientras que la segunda se constituye como pura acción expresiva (tanto del protagonista como de la cámara, que se pega al devenir del primero, o mejor dicho, se hace una extensión de su ser). La primera de las rectas acompaña el traslado de un grupo de prisioneros hacia lo que será el sacrificio de algunos propiciado por otro grupo de indígenas más poderosos y violentos; como ya se dijo, en este tramo la película es más bien descriptiva. Pero en un cine tan vital como el de Gibson, la forma descriptiva no implica estatismo de la cámara, búsqueda de la transparencia, serenidad en las acciones o contemplación. Si el primer tramo es descriptivo, lo es porque en él hacen presencia –con violencia, manchados de sangre y sudor- todos los elementos que luego servirán para que podamos contemplar (sufrir, disfrutar, vivir; con la cabeza, el cuerpo y el espíritu) en toda su dimensión la constitución del Héroe. Durante la primera hora y media, el relato –más allá de que deje inferir quien será el protagonista- reposa en diferentes personajes y hasta logra desarrollarlos y darles dimensión y peso. Lo mismo hace con los lugares, las costumbres y las acciones. Gibson describe (y la suya es una descripción expresiva) un Mundo y lo vuelve firme; establece sus códigos y sus actantes, los define y pone en juego todas las relaciones posibles. Todo en medio y a través de puro movimiento. Como en toda la película, abundan las escenas imponentes (ejemplos: la del cruce del río, las batallas iniciales o las de los ritos en la ciudad maya). Y allí radica una de las grandes virtudes del director: si Gibson ha hecho cine del grande, es porque consiguió dotar a cada escena de un valor estético propio para que logren justificarse por sí mismas al mismo tiempo que guardan relación simbólica con el resto.
La segunda parte –la segunda recta- tiene la misma dirección que la primera, pero corre en sentido opuesto. Luego de sobrevivir, de salvarse, mejor dicho; luego de ser marcado por el destino, Garra de Jaguar comienza su definitiva iniciación como Héroe. Debe volver hacia la devastada aldea y reencontrarse allí con su mujer embarazada y su hijo. El camino de regreso, en el que irá superando diferentes pruebas, es absolutamente simbólico. Y allí radica la gran diferencia con el segmento anterior del film. Si antes, personajes, acciones y puesta en escena, eran descripciones expresivas, en el último tramo todo eso deviene en simbolismos expresivos. Desde el nuevo nacimiento de Garra de Jaguar -después de dejarse caer en una cascada- pasando por ese momento clave en el que se funde definitivamente con la selva –la imagen de Garra de Jaguar embarrado y mimetizado con su hábitat- hasta llegar a la muerte del más poderoso de sus persecutores –que es simétrica a la caza que se da en la primera escena de la película- se pone en juego el rito de iniciación (o sea la transformación de alguien en otro ser) del hombre gibsoniano: ese que debe vencer el miedo y buscar un “nuevo comienzo” a base de coraje, valor y sangre (eso es para Gibson La Pasión del hombre). Y Garra de Jaguar lo consigue, al igual que William Wallace, al igual que Cristo.

Escribió Paul Eluard alguna vez: “Ignoraban que la belleza del hombre es más grande que el hombre”. Gibson podría corregirlo y decir: “Ignoraban que la pasión del hombre es más grande que el hombre”. Y por qué no que la pasión del cine es más grande que el cine.

2 comentarios:

M. dijo...

bien dicho.

interesante txt.

enorme película.

chao.

Anónimo dijo...

La película, un poema épico monumental, es, sencillamente maravillosa.
No hay análisis o crítica que le haga justicia. Porque no se puede explicar, por huye de las palabras... nada alcanza... solo queda hacerse carne con ella y escribir algo tan desmesurado y apasionado como lo que escribiste vos acá. Películas y textos así, por suerte, rompen con nuestro lenguaje habitual. Lo bien que viene.
VL