Cine de acción. Así se suele definir a lo que hace Micheal Mann. Y no es una apreciación equivocada: sus películas son fáciles de encasillar en ese género (que en realidad no es tal), pero no sólo porque haya explosiones, balas, persecuciones, violencia, etc, sino, principalmente, porque en ellas se aplica la definición que da el diccionario sobre la palabra “acción”: "ejercicio de la posibilidad de hacer".
“Hacer” es entonces una posibilidad, y actuar es poner en funcionamiento dicha posibilidad. Los personajes de Mann, ante cualquier situación, siempre deciden actuar y también accionar, esto es poner en funcionamiento un mecanismo; no tienen tiempo para dudar (Russell Crowe dudaba en El informante, pero ese no era –en principio- el personaje típico de Mann: ese lugar lo ocupaba Al Pacino). Son tipos que sólo saben y pueden hacer. Su moral está regida por el profesionalismo; y su lógica es la del movimiento. Quien se queda quieto, quien duda, quien no “hace”, en el cine de Mann, es un no-ser. Así es como en la ya citada El informante, Roussell Crowe pasaba de un no-ser a un ser luego de ponerse en acción iniciado por Pacino.
Pero si hablamos de iniciación en el cine de Mann, hay que referirse a Colateral, esa joya que va rumbo a ser un clásico absoluto ya que mejora con cada nueva visión. Allí el taxista que interpreta Jamie Fox se transforma poco a poco y es inducido a ponerse en acción por el asesino súper profesional que encarna Tom Cruise. Al final de la película, Jamie Fox es un hombre nuevo, un hombre completo (lo que no quiere decir, ya volveremos sobre esto, feliz): por eso debe terminar con Cruise, su iniciador. A fin de cuentas, la voluntad del nuevo hombre se impone sobre la de su mentor (y Cruise lo acepta, sabe que está bien que así sea, por eso su muerte carente de dramatismo). Colateral es la película con la que Micheal Mann pone de manifiesto de manera directa (tematiza) la naturaleza de sus personajes: tipos de acción que escapan del Bien y del Mal (no es un cineasta religioso) porque eso pertence a otra esfera y está lejos de sus posibilidades (es en este sentido un agnóstico): a estos hombres lo único que les queda es intentar hacer prevalecer su voluntad: profesionalisimo, deber, acción, lealtad. Ser o no ser, en el cine de Mann, es una cuestión de aceptar o no esa voluntad.
Con Miami Vice tenemos una nueva oportunidad de acercarnos a estos temas. Y allí nuevamente nos encontramos con hombres fuertes, viriles, profesionales, leales, de acción. Son tipos que están fuera (¿debajo?, ¿por encima? ¿en paralelo?) del Mundo (o de lo que solemos entender como Mundo). Ahí están esos planos típicos del cine de Mann (imponentes por otro lado) en los que los personajes están de espaldas a las grandes ciudades, con sus figuras recortadas, completamente ajenos a cualquier otro devenir que no sea el de su propio micromundo de acción. Detrás de ellos está la vida cotidiana, una vida a la que ellos nunca podrían pertenecer, porque su moral es de otro orden. Por eso sus mujeres tienen que formar parte de su propio entorno (una mujer policía de misma conducta en el caso de Rico y una traficante en el caso de Sonny). Y acá podemos plantear lo siguiente: estos seres necesitan de un micromundo específico para sobrevivir (ese que Mann filma con una solvencia técnica impecable), y sin él estarían desamparados; entonces: ¿qué está primero, ese micromundo o ellos?. Intentamos decir: ¿es el micromundo el que genera las voluntades de estos seres? o ¿es la voluntad de estos seres la que tiende a generar este micromundo?. Y de ser la primera de las opciones: ¿a quién o a quiénes pertenece esa voluntad?. Hasta el momento Mann no ha develado este asunto, y esperamos que lo intente en algún momento, aunque intuimos que una vez resuelta esta cuestión su cine ya no tendría razón de ser, ya habría alcanzado su meta.
Y hay algo más: ¿los personajes de Mann (en este caso Sonny y Rico) intentan cambiar el Mundo?; su lucha ¿es por la Justicia o algún valor similar? Aquí sí creemos que el director expresa respuestas. Y éstas son negativas. Simplemente porque algo semejante está fuera de sus posibilidades. Ya lo dijimos: el Bien y el Mal no están a su alcance, y además son seres ajenos al Mundo. Ellos lo saben, por eso la tristeza que se impone en todas las películas. Ellos luchan y actúan porque es lo que les queda, es la manera que tienen de saciar esa voluntad esencial que les quema por dentro. Pero saben que no pueden cambiar el Mundo. Ni siquiera su micromundo (ese sin el cuál, además, no serían nada y que también, no hay que olvidarlo, es el sustento del Mundo). Sea cual fuera el lado en el que estén (sean policías o delincuentes) lo suyo escapa a lo trascendente (por eso no son Héroes, quienes sí tiene la posibilidad de acercarse al Bien y pueden actuar en consecuencia). Entonces, ante tal imposibilidad, sólo pueden hacer lo suyo con la mayor dignidad posible. Y esto es para ellos, ya lo dijimos, ponerse en acción. No podremos cambiar el Mundo (ni el micromundo) dicen, pero no por eso tenemos que estar quietos.
Hay en el cine de Mann una congoja y una tristeza que se sienten en cada plano. Y Miami Vice no es la excepción. Antes habíamos dicho que para ser, en el cine de Mann, había que actuar y accionar. Pero con ser no alcanza para ser feliz. Porque si bien los hombres Mann saben qué tiene que hacer no pueden saber bien para qué lo hacen. Y eso les genera aflicción. Por ahora su destino es moverse para intentar paliar tanta angustia existencial.
lunes, septiembre 11, 2006
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2 comentarios:
muy violenta y muy oscura. Nada de entretenimiento familiar. Estu bueno lo que decís, y aunque se triste me gustaria, por un ratito, jugar a ser uno de esos tipos.
Muy buena película y muy buenas palabras al respecto. Es claro lo que decís de la acción en el cine de Mann y de sus personajes "profesionales".
En un momento Rico le dice a Sonny algo así como y ahora llegó el momento en el que sacamos nuestras placas y bla bla... eso es lo que hacemos. No hay justificación, hay acción, lo hacen del mejor modo posible. Lo hacen y punto.
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