Las dos últimas películas que vi en cine y me gustaron entre bastante y mucho fueron La dama en el agua y Vuelo 93.
La primera es un delirio, un ajuste de cuentas del director contra sus detractores y -esto es lo importante- una invitación a seguir disfrutando del cine como motor de fábulas necesarias para salir de nuestra mediocre realidad. Es una película muy compleja, con miles de capas (las imágenes de Shyamalan siempre van más allá); pero también es muy despareja y es tanta la bronca que descarga por momentos el director que empaña un poco el resultado final. Igual, Shy sigue haciendo cine del que importa, ese que atraviesa la realidad y el tiempo y nos comunica con lo trascendente, con lo que está más allá. Cine mítico, simplemente cine. Puesta en escena como rito, como recurso único y bello.
La otra –Vuelo 93- es otro tipo de película, y su director no pertenece al linaje de Shy (último descendiente de los clásicos). El cine de Greengras viene por otro lado. A diferencia de Shy, quien nos lleva a comunicarnos con lo trascendente, Greengras está preocupado en saber qué hay en la realidad. Qué hay entre nosotros en el espacio terrenal. Entonces intenta, con su ficción, atraparla y reconstruirla para ver si las imágenes son capaces de revelarnos algo. Intenta descubrir para entender. Y ahí su cámara se aterra, se pone inestable; es claro que preferiría no ver lo que ve (Daney siempre presente). Greengras no se indigna ante la realidad (eso corre por cuenta de macaneadores políticamente correctos), sino que se aterra, porque por más que intente no puede comprender. Su posición, es la única posición ética posible.
La dama en el agua y Vuelo 93 poco se parecen, al menos en primera instancia. Pero hay una posibilidad de vincularlas (en la de Shy hay televisores con imágenes de Irak, lo cual haría más fácil la tarea). Porque entre la voluntad de trascendencia de La dama en el agua y la voluntad de entender la realidad de Vuelo 93, está el Hombre, o los hombres, en su estado de caída, en su cotidianidad, mediocre o terrorífica. No es una mala idea pensar en las cuestiones existenciales del Hombre a través de estas dos películas que hoy comparten la cartelera. Pero no seré yo, al menos en este momento, el que lo haga. Estuve intentándolo, pero desde hace unos días no tengo muchas ganas de escribir, por más que esté pensando en estas cuestiones. Creo que mi realidad –mediocre, pero casi nunca terrorífica- se impone. Hoy (ayer, mañana, no sé pasado) no puedo. Por eso me voy ya mismo. Dejo en el aire algunos pensamientos que parecen no llegar a ningún lado.
Pecado capital el que comento: hablar de cine sin decidir nada es algo que no se debe hacer. Está en contra de la voluntad de este arte impar.
martes, septiembre 05, 2006
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4 comentarios:
Sí, esto no sólo parece cine amigo, esto es CINE, así con letras grandes.
Qué lindo es poder leer comentarios así de "alegres" (valgan las comillas porque noté tu tono, tu clima, te noté a vos en uno de esos días), en oposición a esos arranques de ira contra esas cosas pretensiosas, filmadas en galpones vacíos... eso que tanto nos molesta.
Esperemos que se junte el buen cine con tus ganas, con un buen día tuyo, y no te para nadie, ja!
que paso? no te animas, eh... vamos, larga lo que te parece la dama en el agua, no te escudes en tu no ganas, que pasa... vamos, vamos... no sea cagon, jaja...
Pra cuando otra cancion depresiva, quiero ver como sigue eso, je.
¿Por qué tenemos que hablar de algo que habla por si sólo?. Yo creo que, a veces hablando de alguna pelicula en particular estamos reduciendola a una sola cosa. Y siempre hay algo que se nos escapa.
Aspera, me intriga tu comentario... pero no sé qué responder
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