Hace once años, o sea el 17 de febrero de 1998, también martes, moría en Wilflingen, Ernst Jünger. Tenía 103 años.
¿Qué sentido tiene recordar esta fecha? Simplemente es una excusa para recordarlo. Una excusa nada casual, ya que hoy me disponía a releer uno de sus libros, y al leer el prólogo noté la coincidencia de las fechas. Como dije: ninguna casualidad.
Entonces, eso, una excusa para recordar a Jünger, para intensificar la lectura de sus obras. Volver a sus pensamientos, sus experiencias, su imaginación.
Claro que no es difícil volver a un autor así. Es, más bien, inevitable. Y necesario.
Jünger es LA mirada del siglo XX. Es la voz cortante y constante. A veces dolorosa, siempre lúcida; de particular belleza en su despliegue.
Es un autor que se adhiere. Uno lo lleva consigo y lo tiene ahí, cerca del oído. Siempre.
El viento ha querido soplar seguido, muy seguido, en las páginas de este maravilloso emboscado.
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